Texto: Carlos Páez Vilaró
Hola Sol! Otra vez sin anunciarte llegas a visitarnos. Otra vez en tu
larga caminata desde el comienzo de la vida.
Hola Sol! Con tu panza
cargada de oro hirviendo para repartirlo generoso por villas y caseríos,
capillas campesinas, valles, bosques, ríos o pueblitos olvidados.
Hola
Sol! Nadie ignora que perteneces a todos, pero que prefieres dar tu
calor a los más necesitados, los que precisan de tu luz para iluminar
sus casitas de chapa, los que reciben de tí la energía para afrontar el
trabajo, los que piden a Dios que nunca les faltes, para enriquecer sus
plantíos, y lograr sus cosechas. Es que vos, Sol, sos el pan dorado de
la mesa de los pobres.
Hola Sol! Cómo me gustaría haber compartido tu largo trayecto regalando
luz, porque a tu paso acariciaste la vida de mil pueblos, compartiste
sus alegrías y tristezas, conociste la guerra y la paz, impulsaste la
oración y el trabajo, acompañaste la libertad e hiciste menos dura la
oscuridad de los presidios.
A tu paso sol, se adormecen los lagartos,
despiertan los girasoles y los gallos cacarean. Alguna vez la travesura de las nubes oculta tu esplendor, pero cuando
ello ocurre, sabemos que estás ahí, jugando a las escondidas. Otras
veces, en cambio, te vemos sonreír cuando las golondrinas o las gaviotas
te usan de papel para escribir las frases de su vuelo.
Gracias Sol! Por regalarnos esta ceremonia amarilla. Gracias por dejar
mis paredes blancas impregnadas de tu fosforescencia.Entre ventoleras y
borrascas, cruzando ciclones y tempestades, lluvias o tornados, pudiste
llegar hasta aquí para irte silenciosamente frente a nuestros ojos.
Chau Sol! Cuando en un instante te vayas del todo, morirá la tarde.Gracias por provocarnos una lágrima, al pensar que
iluminaste también la vida de nuestros abuelos, de nuestros padres y la
de todos los seres queridos que ya no están junto a nosotros, pero que
te siguen disfrutando desde otra altura.
Adiós Sol! Mañana te espero
otra vez.